Hay quien se crece ante un entorno hostil. En estas tierras altas, pedregosas y ariscas, hace siglos que grandes civilizaciones encontraron un lugar donde asentarse y crecer. Ellos conocían la virtud de lo extremo.
Clunia nace de un sueño: elaborar vinos de altísima calidad y marcado carácter en un clima hostil. Vinos de una tierra con siglos de experiencia, una tierra árida y dura.
Los viñedos de Clunia se comenzaron a plantar en los 90 cuando muy pocos creían en el potencial de este terruño único ubicado a alrededor de 1.000 metros de altitud sobre el nivel del mar. A pesar de que la propiedad cuenta con, aproximadamente, 70 hectáreas en total, no todas se han plantado, ya que estamos convencidos de que la mejor forma de conocer un terruño tan diferente es darle tiempo, no tener prisa. Es lo que hemos hecho en Clunia: A día de hoy, cultivamos solamente 20 hectáreas de Tempranillo, Syrah, Albillo, y Malbec, aunque está prevista la incorporación de nuevas plantaciones, lo que dará una cifra final de 32 hectáreas. Todo esto hecho con calma y paciencia, con gran dedicación a la tierra y bajo rendimiento, como prueba su baja producción de 42.000 botellas anuales entre los tres vinos de Clunia.
A una gran altitud, y rodeadas de sierras que envían sus vientos sobre la Meseta, las viñas de Clunia se esfuerzan por sobrevivir a las inclemencias del tiempo, a los duros veranos y los no menos extremos inviernos, a los marcados contrastes de temperatura entre el día y la noche. Arraigadas en un suelo calizo, con buen drenaje y presencia de arcillas, arenas, y rocas calizas que varían según la finca, las viñas resisten las rigurosas heladas de este microclima, los gélidos vientos y el calor abrasador, buscando su sustento en las entrañas de la tierra. Y así, cuando llega el otoño y el fin del período de maduración, las uvas reflejan su historia y el esfuerzo de la viña que las vio nacer, dando lugar a vinos de gran concentración aromática, frescura y estructura, elegantes, vinos con cuerpo y taninos maduros.